sábado

Compartir el Pan


He leído en redes sociales gratas historias enmarcadas en momentos fuertes. Una de ellas fue la de unas personas que estaban hospitalizadas y sus familiares, quienes fungían de cuidadores, mientras hacía guardia o espera, se compartieron los números, hicieron un grupo de WhatsApp y se ayudaban buscando dónde adquirir las medicinas, cuidando a la otra persona (siendo hasta ese instante desconocida), mientras se iba al baño y sobre todo, no tenían recelos de compartir el pan entre todos.

Esta práctica parece estarse haciendo habitual entre las personas de buen corazón y mejor proceder en todos los centros hospitalarios de Venezuela. Y demuestra quienes son en verdad, uniéndose en la adversidad para poder remar hacia el mismo lado.

Ese es el tipo de actitudes que destruye a quienes lanzan cizaña y/o tienen actitudes ominosas que difunden de manera masiva y mal ponen a la esencia del venezolano.

Compartir el pan

No importa la religión, raza social, ideología, color. Cuando se tiene un buen corazón y cívica, todo funciona. Incluso cuando se puede bajar la guardia de lo asocial y hacer tripas corazón en beneficio de los demás, se demuestra la verdadera esencia personal.

Hay quienes en diciembre regalan hallacas o bollos, dulce de lechosa, asado o pernil. Porque la época, la distribución de las ganancias fruto del trabajo y la idiosincrasia así lo permiten.

compartir el pan


Muchas personas experimentan con recetas, sea de tortas, pollo en diferentes formas, una Ensalada Rusa Original, distintas maneras de elaboración del pan (manera más directa de compartir el pan, para quienes son ad literae), arroz o distintas maneras de hacer pastas, asados o pescados.

Lo más habitual es que se compartan recetas de la granjería criolla venezolana o aquellas que hace Paulina Abascal y sus dulces tentaciones. En fin, las personas, aunque la economía apriete, sabe que no está sola y que además, nobleza obliga.

Muchos también lo hacen porque quieren una opinión que satisfaga –o castigue si es adverso- a sus egos. Y también porque se deleitan de ver la sonrisa y las expresiones de placer de probar lo que comparten.

¿Quiénes más lo hacen?

Hemos visto a personas en situación de calle compartir lo que recogen de su brega y de la caridad de otros, con sus compañeros de vía e incluso, con animales. Allí está la esencia del ser humano, ese que no da de lo que le sobra, sino que da de lo que tiene.

Invitar a comer a alguien, llevarle algún dulce e incluso comprarle un almuerzo sorpresa o dividir el que tiene, no es cuestión de religiones o ideologías, es de mera humanidad, de saber ponerse en los zapatos de la otra persona y compartir el pan nuestro de cada día, con quienes lo probarán y tomarán energía y ejemplo para ser felices.

Quien recibe ayuda para un alimento hoy, quizá no se lo devuelva a esa persona, pero hará el mismo bien apoyando a otra u otras.

Esa actitud de compartir el pan con quien lo necesita, con quien lo disfrutará, con quienes quieren, con esas personas con las que tu palabra y honor está puesta y hacerlo no por compromiso o esperando cosas materiales, sino más bien beneficiándote de hacer lo correcto, podemos considerarla como la verdadera cadena alimenticia.

Ya sea por caridad, por gusto, pro crítica constructiva; de lo que puedas, reparte de manera equitativa y cariñosa. Compartir el pan no es asunto de ser el mejor, sino de hacer lo mejor, cuando se puede y en especial, cuando de verdad a la vida propia y ajena, se le quiere.

compartir el pan


No podemos multiplicar el pan como hizo nuestro Señor Jesucristo, pero sí podemos compartir el pan y sus bondades, momentos y hacer de nuestro aprecio por los demás, una dosificación que trascienda más allá de quienes nos rodean.

La vida nos devolverá esos momentos, con más y mejores sabores. Y a los demás, también, porque al comer hay fuerzas y vida y por ende, un nuevo día de oportunidades.

Lcdo. Argenis Serrano

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