He dejado ya atrás, Señor Nuestro, los pesares del primer día laboral y segundo de tu gloriosa semana.
Nuevamente me has mostrado que un
día no me debe doler, molestar, hacer sentir débil o crearme incertidumbre.
Todo ello porque en él y en cada uno
de los días, suceda lo que suceda por estar escrito en el libro de mi vida,
siempre tú estarás allí para ser quien me brinde la luz.
No existe diatriba, prueba,
encuentro, presión que yo no pueda enfrentar contigo tanto a mi lado, como en
mi corazón, porque en todas partes donde esté el bien, tú estarás.
De allí que aunque me haya quejado
y como costumbrista lo haga, cada noche del lunes rezar ésta oración y me
convenceré de que fuera como haya sido el día, siempre tu presencia divina,
Padre Celestial, me ha acompañado.
Y ahora, me acuesto a descansar con
tu bendición, la cual sé que le darás en tu nombre y por petición mía a todas
las gentes de bien que se acuestan orando, persignándose, pidiendo por todos a
la vez y aprendiendo de esas bendiciones que recibieron de ti, llamadas vida, amor y conciencia.
Amén
Esta oración se hace acompañada de
una sonrisa y abandonando las dudas y pesares de su mente, cuerpo y alma.
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