San José de Arimatea,
patrono de los enterradores y sepultureros, consuelo y ejemplo de quienes rinden
real honor a las personas fallecidas y de quienes se ponen del lado de la
verdad. (Fiesta, 17 de Marzo)
Discípulo pudiente de
nuestro Señor Jesucristo, que jamás perdió la humildad, tanto así que sin temor
al absurdo rogaste al emperador romano para darle cristiana sepultura en tu
propia tumba, sabiendo bien que Él estaba por encima de ti y que los malos se
engañan cuando creen que los buenos se humillan.
Tu valentía para soportar
la persecución de los políticos que te condenaban por seguir al bien y ser aliado de la verdad, fue premiada
con la libertad que Dios concede a quienes, a Él, se entregan.
Te pido, José de
Arimatea, que así como el sepulcro quedó vacío al tercer día, cuando Jesús
resucitó, quede mi corazón vacío de todo dolor, rencor, miedo y melancolía,
sabiéndome liberado.
Tu compasión es un
ejemplo para nosotros, porque trataste a nuestro Señor luego en su calvario, con la
piedad y honor que toda persona fallecida amerita como cuerpo y mucho más, como
alma que al cielo ascenderá y nuestro Señor Dios, juzgará.
Tu fe te llevó a
resguardar el lienzo en el que fue envuelto el cuerpo de Jesús, última prenda
que dejó en su vida terrena. Permítenos entonces entender que las cosas que
guardamos de nuestros seres queridos, deben ser aquellas que realmente signifiquen
algo para el futuro y que lo demás, no importa.
La justicia te
caracterizó y el silencio debido, para hacer sin tener que vociferar, te
ganaron el respeto. Por eso, San José de Arimatea, te pido me lo recuerdes para
actuar con equilibrio y no decir lo indebido.
Que la esperanza y la redención
queden en nosotros los deudos, mientras que nuestros seres amados que están ante
el Justo Juez, ganen su perdón y por su amor, les concedan la vida eterna y el
descanso verdadero…
Amén
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