Dios hace una alianza con Salomón
Cuando Salomón terminó con éxito el templo del Señor, el palacio real y todo lo que se propuso en ellos, se le apareció de noche el Señor y le dijo:
“He escuchado tu oración y he escogido este
sitio como templo para los sacrificios. Así que, si mando una sequía y hago que
no llueva u ordeno a las langostas que destruyan los campos o envío una peste
sobre mi pueblo y si mi pueblo, el
pueblo que lleva mi nombre, se humilla, ora, me busca y deja su mala conducta,
yo lo escuchare desde el cielo, perdonare sus pecados y devolverá la
prosperidad a su país. De ahora en adelante escucharé con atención las
oraciones que se hagan en este lugar
porque he escogido y consagrado este templo como residencia perpetua de mi
nombre. Siempre lo cuidaré y lo tendré presente.
7:14 - Y si mi pueblo se humilla (reflexión personal)
No, no
es caer en bajezas, no es hacer que tus rodillas sangren caminando hincado a un
templo; no es bajar la cabeza mostrando pena. No es darle poder a otro humano
para que te cuide por ti a cambio de tu dignidad. No es mostrar su personalidad
sin miedo al que dirán, pero viendo a cada lado para ver quién habla. No se
trata de ese tipo de humillación ni de ninguna que denigre a tu ser, hecho a
semejanza de Dios.
Humillarse
es sacarse el ego y orar. Que dicha oración, sea compuesta o sincera, sea
respetuosamente dirigida a Dios y le digas cómo te sientes. Pero no sólo para
el dolor (Dios, necesito que me cures; Dios no tengo que comer); humillarse es
salirse de la falsa imagen utilitaria o banal con la que clamas a Dios y darle
gracias por tu sonrisa, por tú empleo, por la familia.
Es preguntarle
a Dios, ¿cómo está usted?; Él escucha a quien se sale de las formas cuadradas y
se adentra a estar a su lado, en las buenas y malas; que no duda cuando sucede
lo que está de sucederse, en especial lo que es malo y que se alegra cuando
entre tanta tribulación, muestra su poder en LA TIERRA, en la creación.
Allí nos
humillamos de verdad, cuando somos tan humildes que entendemos el bien que Dios
hace fiel a su palabra a quienes se lo han ganado y que nunca es en detrimento
tuyo, porque estás cumpliendo un fin para el cual Él te hizo.
Y entre
las redes del destino que Dios teje con hilos de nubes, la tierra prometida (el
cielo), nos llegará, liberándonos del dolor y del pecado, de las tentaciones y
los sinsabores, de lo que anárquicamente soñamos y que criticamos porque no los
conseguimos y erróneamente pensamos o sentimos que Dios nos ha abandonado.
¿Quieres prosperidad?
Para tener
prosperidad todo el país debe tenerlo;
para eso es que uno se humilla, para que todo el país progrese y engrane de
nuevo. Dios nos liberará del pecado y de quienes lo promueven, pero sólo si
regresas a la humildad.
No temamos
a los avances ni a los momentos placenteros que lo terrenal nos brinda. Pero sí
temamos hacerlos nuestros guías y metas personales y mezquinas, porque allí sí
volveremos a ser humillados por otros que se han empoderado como a bien el maligno
acostumbra hacer: enseñándoles a forjar y tomar el poder y hacer que los buenos
pierdan la confianza de volver a ser libres, por ellos mismos.
Humíllate
dándote humildad, gozo, beneplácito, siendo tú de verdad en franca comunión con
Dios. Haz a los demás felices como Él pidió, ten hijos y/o deja legados al
mundo y que tu huella se perpetúe.
Ora,
coméntale, muéstrale el respeto y la conversación humilde a Él y complácele
mejorando con sus obras que son tus hermanos. Pon la otra mejilla y cuando ya
hayas dado las dos, sigue tu camino y humíllate en la humildad, que ese ser
seguirá humillándose en su ignorancia.
Para salvar
al pueblo, hay que tener un corazón
humilde que sepa entender que solos, no se puede; que para uno solo, no se
hacen las cosas; que para progresar no debe denigrarse ni ser objeto de quienes
venden ilusiones o dicen lo que se quiere escuchar sino lo que se debe
escuchar.
Que la
picardía, el atrevimiento, la armonía, regalar de sí, brindar una palabra de
aliento, consuelo, abrazos y besos no es humillarse sino regalar de su
humildad, decir que estoy contigo y sí más somos así, pues juntos haremos más.
Y eso
que haremos, con Dios de nuestro lado y cumpliendo su palabra, es salvar al
país.
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