En diversas regiones de
Latinoamérica, como México y Argentina, ha ganado terreno una práctica ajena a
los principios cristianos: la devoción a la figura conocida como la "santa
muerte". Para dilucidar las dudas sobre la naturaleza y las consecuencias
de este fenómeno, el P. José Jil Portilla, miembro del Colegio de
Exorcistas de la Arquidiócesis Primada de México, ha compartido ocho puntos
asertivos que demuestran la incompatibilidad de este culto con la doctrina de
la Iglesia.
La muerte no es un ser, sino consecuencia del pecado
Dicha "santa muerte"
no es una persona o un ser: Contrario a la imaginación popular que la
describe como un esqueleto con guadaña, el P. Portilla enfatiza que la muerte
no es un personaje real ni un ser dotado de santidad. Es simplemente un acontecimiento,
la ausencia de vida. La representación gráfica es una fantasía, una forma
alegórica de simbolizar el fin de la existencia, no una figura a la que se le
deba rendir culto.
La muerte es en realidad la
consecuencia del pecado: Las Sagradas Escrituras, en pasajes como
Génesis 2, 15-17 y Romanos 5, 12, revelan que la muerte llegó a la humanidad
como resultado directo del pecado. La premisa de que Dios es su autor es
errónea, como se constata en Sabiduría 1, 12-13. Quien sí es el autor de la
muerte es el demonio, tal como lo indican Sabiduría 2, 23-24 y Hebreos
2, 14-15, pues fue él quien instigó al hombre a pecar.
Este culto a la santa muerte sí es idolatría y por lo tanto, atrae graves sufrimientos
El culto a la "santa
muerte" es satánico: El sacerdote afirma que las imágenes de
la muerte simbolizan las obras del demonio. En consecuencia, la adoración de la
muerte se traduce directamente en la adoración del demonio y sus acciones.
La calavera no es más que una
burda imagen: Si bien algunos fieles pueden pedir una "santa
muerte" en el sentido de desear morir santamente, esto no implica que la
muerte sea un ser santo. Dado que la muerte no es una entidad, cualquier
representación o imagen de la "santa muerte" carece de santidad y es
catalogada como una imagen burda.
La Iglesia Católica nunca ha
aprobado su culto: La postura de la Iglesia es clara e inmutable:
el culto a esta figura no está aprobado. El P. José de Jesús Aguilar, de
la Arquidiócesis de México, ha declarado en ocasiones que "Adorar a la
muerte es idolatría", y que muchas personas incurren en esta práctica por
ignorancia. Se advierte sobre la existencia de falsos sacerdotes que intentan
hacer pasar este culto por católico.
La muerte no hace favores: A
pesar de que muchas personas acuden a esta figura para pedir dinero, trabajo,
poder o protección, y en algunos casos han recibido lo solicitado, el P.
Portilla alerta que el precio pagado es "muy alto", sufriendo graves
consecuencias. Los adoradores pueden experimentar el resquebrajamiento
matrimonial, la pérdida de la paz y la alegría a cambio de dinero, miseria,
accidentes mortales, depresión, alucinaciones (escuchar ruidos o ver
fantasmas), y un profundo alejamiento de la fe, afectando a toda la familia.
Jesús vence al enemigo y sus obras
Las personas son engañadas y
se alejan de Dios: El Maligno utiliza la figura de la "Santa
muerte" para atormentar a sus devotos, amenazándolos con venganza si no
cumplen con el culto o si se arrepienten y desean abandonarlo. Esto genera una
espiral de sufrimiento. No obstante, el sacerdote ofrece una salida: invocar
a Jesús. Las Escrituras (1 Juan 3,8; Romanos 10, 13; Santiago 4, 7)
aseguran que Jesús defenderá de las obras del demonio.
La muerte es el peor enemigo de Dios y de los hombres: Al referirse a aniquilar la muerte, la Biblia en realidad apunta a aniquilar a su autor, el demonio. Jesucristo es quien, según Isaías 25, 6-8 y 1 Corintios 15, 21-26, acabará con este enemigo y todas sus obras para siempre. La fe católica, por lo tanto, rinde culto a la Vida y a su Autor, Jesucristo, quien venció a la muerte.

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