martes

PROHIBIDO ARROJAR BASURA


Un letrero que por lo repetitivo llegó a la ambigüedad y, por malabares del destino, ha sido tirado a la calle cuál basura, para mayor ironía.

Y ello nos ha dañado como sociedad, como humanos, como hermanos. Porque le perdemos el respeto al entorno.

Sí, toca hablar en plural y enfrentar la tosquedad del reproche del “yo no lo hago”, que está pensando usted.

Pero esto va más allá de la cáscara de plátano que lanza a la calle, cual rutina cómica de los años cuarenta del siglo pasado en el cine y la televisión. Supera al papelito del caramelo, snack, número que ya no le sirve y que arroja con total desparpajo o por un reflejo involuntario, pero que no corrige, en una transitada calle.

No es sólo la caca del perro que sacó a pasear y que no recoge porque no es un área controlada con multas y por ello no le interesa, justificando con el “eso es abono animal”. Tampoco es exclusivamente lo que atañe a hacer una parrillada y utilizar combustibles fósiles para avivar el fuego o quemar un puñado de hojas.

No implica solo a la contaminación sónica, excusándose que está en su casa y vulnerando los derechos de los demás, esos que comienzan donde terminan los suyos. Tampoco es el barrer con agua y creer que hace un bien cuando en realidad está haciendo dos males.

No es únicamente el lanzar una lata, cáscaras o billetes rotos (como tristemente se puso de moda) en el suelo y para mayor dolor, estando una caneca o bote de basura a escaso metros de usted, colocando como pretexto el “hay gente que vive de barrer y recoger eso, yo sólo les estoy dando trabajo, sí no se ensucia, alguien deja de trabajar pues”.

Aquí la basura de verdad es lo que sale del corazón y que se transforma en alguno de éstos hechos irrefutables y de otros que serían más atroces de comentar. Con lo dicho se crea el fundamento de lo que prosigue.

Nos encontramos en épocas donde la basura es ese reconcomio, sed de venganza, de falsa justicia (o ajusticiamiento para ser más exactos), de falta de reciprocidad, de blanco o negro, de pagar con la misma moneda, de socavar momentos, valores, sonrisas, relax, reflexiones, espiritualidad, deporte, entretenimiento, cultura, expresión, comunicación, tan sólo porque te parece que está mal, lo que no hace daño ni al entorno ni a quien lo acomete.

Esa basura es la envidia, la ignominia, el desdén, el resentimiento, el hastío, el “odio mi vida y la de los demás”; esa basura que le quita las honras al duelo, el gozo a los cumpleaños, el regocijo a los logros, el placer a la tranquilidad, la plusvalía a la inventiva y el emprendimiento, la sazón a lo atípico.

Esa basura es la que nos llena el alma de un hollín, moho, brasa, grasa, escombros y quién sabe más cosas que contaminan al corazón, la mente, la vida propia y del entorno inmediato.

Hacerle un aseo al alma, dejar de ver Molinos de Viento como un falso Don Quijote que quiere ver al mundo sólo como sus ojos y valores lo exigen o de plano, no sirve. Esa basura te carcome el alma y no te hace ecológico, eres un material no biodegradable, más bien eres de lo más degradante.

Mira un poco dentro de ti, observa ese cansancio perenne de la crítica, la imposición, la rigidez de unos cánones morales que carecen de moralidad.

Ser como el bambú, sólido pero a su vez flexible, te ayuda a ser menos asocial y de esa manera vas limpiando el entorno. Esa pulcritud hace que el ambiente en derredor sea más respirable y de mayor convivencia. Y hasta esa basurita que tenías en los ojos y en los oídos desaparecerá y verás cosas nuevas.

No lances entonces más basura, ni de la física ni de la emocional. Nunca ensucies los caminos de la vida, las plazas del entendimiento, los ríos y quebradas de la claridad, los bosques de la fortaleza, las playas de la dignidad, los hospitales de la esperanza, los hogares del amor. Sí ves a alguien hacerlo, recógela y ponla en un lugar donde se la lleve el camión del destino y te lavas las manos con el agua y el jabón de la dignidad y de la vida sane en sociedad.

Así, se comienza a sanear a un país. Nunca creas que tu presencia no hace falta, siempre será la más importante.

Lcdo. Argenis Serrano - @Romantistech

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