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Orar a los Santos

Luego de que Adán y Eva comieran la manzana y conocieran qué era el bien y el mal, y su acto nos sacó del Paraíso prometido, la lucha entre ambos aspectos se ha librado en el campo de batalla más difícil y cruento: Entre la mente y el corazón. Siendo allí donde los Santos han emergido, venciendo al maligno que lucha y lucha por tentarnos, doblegarnos y regodearse en la crapulencia de creerse mejor que Dios.

¿Cuántas personas hemos visto sucumbir al mal, sea por gusto o un arrebato de furia que le cegó y hasta en plena conciencia, pudiéndose detener, siguieron hacia adelante, para luego llorar lágrimas de vergüenza y dolor que sabían podían evitar?

Los santos, amigos míos, son aquellos que estuvieron tentados y en una feroz luchas con ellos mismos, no retrocedieron y pudieron vencer, derrotando al maligno y evitando hacer crecer una cadena de dolores, rencores, desencantos y finales ominosos, inimaginables e inenarrables.

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Orar a los Santos

¿Por qué conviene orar a los santos?, o al menos a uno de ellos. Porque a pesar de que las tentaciones, los malos tratos e incluso los fines cruentos (San Sebastián, San Marcos, Santa Juana de Arco, por citar algunos ejemplos), jamás perdieron la fe, convicción, altruismo, sentido filosófico, humor, no dejaron de ser consecuentes con los demás y dejar un legado que el mismo cielo premió.

Revisen el santoral hoy y verán que estarán algunos santos allí descritos. Cada uno con una historia distinta. Y ninguno ha llegado allí por capricho.

Los hechos (sus apariciones, estigmas, milagros, mensajes) que ellos mismos han traído a nosotros los mortales y, que el mismo Dios les cambió sus vidas para servirle a Él ayudando al prójimo y dando registros que quedaron para la eternidad del catolicismo (como a San Pablo).

Todo eso y más les ha ganado su sitial entre los santos y ellos lo han refrendado luego de los actos que, reconocemos que son humanos, pero están totalmente investidos de fe.

La gente ora a los santos porque ellos en vida lucharon, conocieron, brillaron en tales o cuales artes, profesiones, oficios, actividades que enaltecían al Señor, además de tener vidas bien llevadas que, aún con pecados, supieron ganarse el perdón divino haciendo que sus bondades pesaran más que sus faltas.

Tanto bien hicieron en vida, que llegaron a santos, sin ser ese su propósito. Sólo querían vivir y servir a Dios, de las maneras más útiles. Ese era todo su gusto, bienestar personal y sentido de la vida.

Por eso oramos a los santos, para que en sus luces terrenales que son ahora celestiales, boguen por nosotros gracias a los dones que Dios les otorgó. Porque como dijimos antes, ninguno llegó a santo por frivolidad.

En cada oración, ya escrita o de aquellas que son conversacionales, le pedimos que en los dones que el Todopoderoso les ha permitido, nos permita protección, salud, entendimiento, justicia, solución, inspiración, compañía y una imagen a la cual replicar, sin perder nuestra personalidad.

Una oración a los santos jamás nos hará estar lejos de Dios, sino más bien estamos con sus hijos bendecidos para que sigan esparciendo el bien desde el cielo, como hicieron en La Tierra.

Dios es nuestro líder, y su liderazgo también radica en saber liderar, sin perder su magnificencia y ser el número uno en nuestras vidas.

Cuando oramos a los santos, ellos piden a Dios por nosotros en aquello que no pueden hacer o lo delegan a otros santos. Y no, no es una ficción que nos inventamos para justificar, es la sensación tácita e irrefrenable de que Dios es todo lo benigno y sabe que sus hijos –nuestros hermanos los santos-, marcaron una época que todos llegamos a conocer.

Y para que el humano se sienta con mayor conexión entre lo real y lo divino, los santos son esa cara histórica, inspiradora y noble que nos acercan a la oración, la fe, la convicción y la equidad.

Déjanos en los comentarios, ¿A cuál santo o santos, le rezas tú?

Lcdo. Argenis Serrano 

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