Muchas personas no parecen entender o aceptar que cada rezo que se da a un santo, un ángel, ánima o a la Virgen en cualquiera de sus advocaciones, se hacen en solicitud de que aboguen por nosotros y nuestras súplicas y que eso automáticamente les convierte en diversos tipos de abogados según la historia por la cual han sido canonizados.
¿Cómo pueden ser ellos abogados?
El Tribunal de
Dios no es sólo ante San Pedro cuando ya hemos cumplido nuestra vida
terrenal; es aquí en La Tierra, tanto ante el tribunal de los humanos como en
ese estrado que hay en nuestra conciencia y que nos juzga y castiga y obliga a
retractarnos o nos da la condena de la vergüenza, el dolor y la falta de calma.
Como dijo San Juan Pablo II, “el infierno está aquí en La Tierra” y mucha razón tuvo el Santo
Padre, quien fue abogado ante los males del mundo sabiendo mediar para
soluciones francas en conflictos que acá mismo se dieron y que llevaron a
guerras, tomas, saqueos, derrocamientos, quiebras, embargos y muertes y que él
procuró remediar usando las armas de la sabiduría, diplomacia, humanismo y
unión, sin temor alguno.
Todos nos equivocamos; pero mayor error es no enmendar y
expiar nuestras culpas para liberar a nuestra conciencia.
Y en ello, el rezar a los santos para que aboguen ante
Dios para que nos brinde el perdón adecuado en vida e ir más seguro al Reino de los Cielos se hace un deber
tan similar como el actuar para remediar
los males o errores que hemos cometido.
Lo que debe haber en esos rezos
Si usted le reza al Beato
José Gregorio Hernández, obviamente le pedirá salud. Él abogará ante Dios
para que se haga su santísima voluntad sin anarquía alguna, porque las oraciones no son mágicas; y
si acaso la persona falleciera, no se debe dudar de la intercesión, porque el
dolor que sufrieron en vida, en el cielo no lo sentirán y será esa la redención
y paz a su alma, la que pedimos al
cielo, cuando nos despedimos.
Solicitar a Santa Marta o a Santa Rita de Casia protección
para nuestro hogar es abogar para que el mal se vaya; pero si sólo oramos de
manera estéril y actuamos indolentes con los demás, esos abogados celestiales
no podrán cuidar dicho hogar, porque así tú lo quisiste con tu actuar.
Sí, parece enrevesado. Todo es causa y efecto. Todo es
así aunque nos portemos de manera santa. Porque el balance del mundo se mueve y
todo es una prueba para ver si decides (gracias al libre albedrío), seguir la
senda del bien o del mal.
Según tu decisión, esos abogados celestiales pueden
actuar para nuestro cuidado, protección y redención, la cual usualmente no es
como tú la querías –porque así nace la anarquía y podrías perjudicar a otros
con tus peticiones-, sino que siempre será como tú la necesitabas, aunque no lo
supieras.
Cuando veas la retrospectiva de tus acciones, situaciones
y el amor en tus oraciones, verás que tus abogados del cielo te defendieron
para que tu alma, cuerpo y corazón estuvieran LIBRES.
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