Cuando una persona marca apuestas de cualquier tipo, demuestra quién es en verdad. Apegados quizás a
aquella máxima de “el fin justifica los medios”, y que “cada quién con dinero
no cambia de cara, sino que demuestra quién es en verdad”.
Para los cristianos el apostar, ya sea en las loterías,
bingos, en un casino con su ruleta, tragamonedas o tragaperras, blackjack y
póker o en las más comunes como son las loterías, carreras de caballos, de
galgos o apuestas deportivas, es una prueba de quién es en realidad.
Y eso no es precisamente de la religión cristiana, sino de
quienes son libres pensadores en lo que respecta a dogmas, pero que aman a
Dios; con diferencias entre los Evangélicos y Testigos de Jehová que ya poseen
visión distinta por sus sistemas para la interpretación de las Sagradas Escrituras.
Las apuestas pueden develar el autocontrol y la honestidad
con uno mismo y para con los suyos. Así como no es muy galante donar de lo que
nos sobras, sino aportar de lo que tenemos en total, en el caso de las apuestas
se han de hacer de lo que sobra luego de cumplir con las responsabilidades
básicas del hogar, del ahorro sistemático, de una inversión y de un gusto. Sí
queda algo, pues un poco de envite y azar puede ser bien tomado ante los
cristianos.
¿Acaso no es éste un sistema de trabajo donde ingenieros,
contadores, programadores, influencers, diagramadores, cajeras, albañiles,
personal de mantenimiento y más derivados laboran para llevar el pan al hogar,
con un sistema de algoritmos computacionales y en base a las habilidades
propias de deportistas, máquinas, animales?, pues sí, lo es. Es un tinglado
grande que proporciona empleos y además impuestos que se transformarán
adecuadamente en agua, luz, aceras, seguridad y más.
De manera indirecta un cristiano está ayudando y tienen una
posibilidad de que las probabilidades lo acompañen. Y de ganarse un dinerito,
podría quizá comprarse algo adicional, comer algo que hace mucho no probaba,
comprarle un detalle o hasta medicamento a alguien con un “complete” que le
llegó de la diosa fortuna (dispensen el paganismo a la ley de probabilidades) y
que no tenía antes, pero se duplicó de una pequeña cantidad de una apuesta que
le provocó, que le dio emoción, que le sacó una inesperada sonrisa.
Apostar es un acto de conciencia y de responsabilidad. ¿Cómo
refutar algo que estadísticamente ayuda a quienes laboran y anima o enseña a
tener mesura a quien se arriesga?, lo que se debe cuestionar es que sea un
modus vivendi total o irresponsable con sus otras actividades y deudos. Nada en
exceso es bueno.
En el momento en que usted marca apuestas, está moviendo
engranajes reales en el mundo. En su propia estima, realidad, control, mesura,
está el freno para hacerlo de manera adecuada, y así no sentirse pecador y
además, aportar y ayudar. Sí una amistad hace una rifa de caridad, ¿le va a
negar la ayuda porque es pecado?, ¡es más pecado no colaborar con la apuesta!,
aunque no gane, ayudó apostando sin vicio, que es lo ideal. La lógica y el
humanismo se juntan. Y sí gana, ejemplo un mercado, ¿no hará felices a los
suyos compartiendo dicha victoria?
Muchas iglesias hacen reparaciones y ayudan a su grey luego de un buen Bingo, de rifas y hasta juegos de cartas.
Usted es el bien, el que piensa y siente y cumple. Con la
ayuda de las apuestas puede maximizarse. Sólo mantenga su personalidad y no se
enferme de ludopatía por agallas. Sea un ciudadano del mundo y no se niegue lo
que no daña y que indirectamente puede ayudar con bien.
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