miércoles

AMITABA, "La Luz del Amor Infinito" (budismo)


La luz del amor infinito. El nombre de Amitaba significa “luz infinita”. Está sentado en postura de loto completo y tiene sus manos en el mudra de la meditación. Su luz es la del sol del atardecer, que irradia amor y compasión. Al meditar en él se calman las olas de nuestros pensamientos. Amitaba es completamente accesible. Reina en el cuadrante del oeste y, como el sol del ocaso, puede simbolizar también la luz de la conciencia que se retira del mundo de los sentidos para adentrarse en los estados superiores de la concentración meditativa. La fuerza espiritual de Amitaba es pura calidez y dulzura. Tiene el color del rubí, el tono de la fascinación, el color de la sangre, el rubor de la emoción delicada, la sombra difusa de la emotividad exaltada.

Ve con claridad que cada ser es único e irrepetible El veneno con el que se le relaciona es raga, la pasión, que tiene la naturaleza de adherirse fuertemente a un objeto en particular. Al meditar en Amitaba surge una energía emocional, pero la pasión mundana se transmuta en sabiduría discerniente. Esto es lo que equilibra a la sabiduría de la igualdad de Ratnasambhava, que ve el factor común que hay en todas las apariencias cambiantes. La sabiduría de Amitaba ve la singularidad; las características distintivas en cada fenómeno. Un amante apasionado sólo quiere estar con esa persona única, incomparable, aparentemente irremplazable que es el objeto de su amor. Está muy consciente de las cualidades que distinguen a esa persona. Cada uno de sus detalles le inspira cariño, algún gesto en particular, una forma de mover la cabeza, una frase típica. Todo esto le parece especial y adorable porque son signos, señales distintivas del ser que ama.

Asimismo, la sabiduría discerniente de Amitaba ve y ama las diminutas particularidades de cada cosa. La diferencia entre el aprecio que tiene un amante y la sabiduría de Amitaba es que la sabiduría discerniente no es dual. No viene con la idea de yo y el otro. Por lo mismo, su cariñoso aprecio de la singularidad no se convierte en la base para un apego exclusivo. 

El poder transformador del amor 
Amitaba es la cabeza de la familia Loto. Se le asocia con todos los atributos de esta flor: bondad, apertura y las cualidades más “receptivas”. La cualidad de la apertura se enfatiza más aún por su elemento, el fuego, que lo consume todo y crea espacio. Además, la totalidad de su apertura se refleja en una leyenda que se relaciona con su animal heráldico, el pavo real. Según el mito, el pavo real puede digerir a las serpientes venenosas sin sufrir ningún daño (la serpiente alimenta la belleza de su plumaje). Este simbolismo, el estar abierto incluso al veneno y transmutarlo en belleza, nos da una idea del poder de transformación que tienen el amor y la compasión de Amitaba. 

Un proceso de transformación claro y apacible 
El reino en el que actúa la transmutación de Amitaba es el de los fantasmas hambrientos, seres que llevan una existencia de deseos frustrados. El amor de Amitaba disuelve los sentimientos de desesperación, de falta de cariño y de inadecuación que los hace aferrarse a la vida. El poder de su meditación los saca de su estado de inquietud e insatisfacción y los lleva a un nivel de contento de sí mismos más profundo. En general, el sendero a la iluminación que representa Amitaba es más “orgánico”. Uno va desplegando los pétalos de su potencial espiritual lenta y dulcemente, hasta madurar en la iluminación. El sendero de Amitaba es de atracción por el nirvana.

Símbolo de una paz infinita
Amitaba tiene también una forma que es su reflejo: Amitayus. Ayus, en sánscrito, quiere decir vida, así que Amitayus significa “vida infinita”. Las dos figuras, Luz Infinita y Vida Infinita representan con claridad el mismo principio, visto respectivamente desde el punto de vista del espacio y del tiempo. De hecho, el budismo indio parece tratar a Amitaba y Amitayus como la misma figura y es sólo en el budismo tántrico del Tíbet y Japón donde vemos que se les considera de manera separada. La figura de Amitaba es sencilla pero cuenta con una cualidad arquetípica. Es un Buda que está meditando y sus manos reposan en el mudra dhyana. Tiene una postura regular, equilibrada, agradable. Manifiesta solidez. Está derecho e inmóvil. No se preocupa. Está centrado. En verdad, se ve como si hubiera echado raíces en la tierra. La figura está sencillamente sentada, en silencio, contenta. No tiene que ocuparse de alguna cita ni llegar a tiempo a tomar el tren. Está en paz, en calma, con actitud abierta.

domingo

San Celestino "El Santo Varón"


Este santo se hizo famoso porque ha sido el único Papa que ha renunciado a su cargo.

Nació en 1215 en los Abruzos, Italia, Él mismo en su autobiografía narra cómo eran sus padres. Dice así: "Mis padres eran muy santos a los ojos de Dios y muy estimados por los vecinos a causa de su excelente comportamiento. Daban muchas limosnas y recibían siempre muy bien a los pobres que llegaban a pedir ayudas. Tuvieron doce hijos, como el Patriarca Jacob, y siempre pedían al Señor que alguno de sus descendientes lograra llegar al sacerdocio". Pedro fue el último de los 12 hijos, y el que llegó a ser sacerdote.

Su madre se entristecía porque ninguno de sus hijos mayores mostraba inclinación hacia el sacerdocio o hacia la vida religiosa pero el niño menor le decía: "Mamá, yo te daré la alegría de consagrarme a Dios". Viendo la mamá que Pedro tenía una gran inteligencia y muy buenas cualidades para el estudio, se propuso hacerlo estudiar, aunque toda la familia se oponía a ello, y aunque tuvo que hacer muchos sacrificios para lograr costearle sus estudios. Él dice en su autobiografía que el primer libro que logró leer de corrido fue el de Los Salmos, y este fue para toda su vida el libro preferido para leer y meditar cada día y todos los días.

Pedro, que luego se llamó Celestino (nombre que significa: "inclinado hacia lo que es del cielo") era estudiante "diferente" a los demás. Sus recreos preferidos consistían en retirarse a la soledad a meditar y rezar. Amaba mucho el silencio y le fastidiaban las fiestas mundanas donde hay trago y bailes y pecado. Al final, cuando ya tenía 20 años supo que en una montaña había un ermitaño dedicado a la oración, y se fue hacia allá a que este santo religioso le enseñara el arte de orar y de meditar. Se construyó una celda tan estrecha que apenas cabía de pie o acostado. Y allí se estuvo tres años en la más estricta soledad. Al principio todo eran consolaciones y alegrías espirituales, pero luego empezaron a llegarle terribles tentaciones que no lo dejaban en paz ni de día ni de noche. Era el ataque de los enemigos del alma para hacerle desistir de su vocación a la santidad. Afortunadamente a base de oración y de mortificación y de consultar de vez en cuando a su director espiritual, logró vencer.

Fue ordenado de sacerdote, pero sentía mucho temor a celebrar la Santa Misa porque se creía indigno. Consultó entonces a un anciano ermitaño el cual le respondió: "¿Y quién es digno de celebrar la misa? Celebre cada día, pero celebre con temor y temblor, o sea con inmenso respeto al santo sacrificio". Al oír esta respuesta se le fueron sus temores.

Muchos hombres, deseosos de hacer penitencia y de conseguir la santidad se fueron a vivir allí cerca de donde moraba Celestino, para recibir de él sus instrucciones, y así llegó a tener 14 conventos bajo su dirección. Su fama de santidad y los milagros que obtenía por medio de sus oraciones lo hicieron famoso en todos los alrededores.

Había muerto el Papa Nicolás IV y los cardenales electores se habían dividido en dos partidos contrarios y ya llevaban dos años sin poder elegir al nuevo Sumo Pontífice. Al fin se les ocurrió una idea: elegir como Papa a un santo monje. Y eligieron a Celestino. Y un día, cuando él menos lo imaginaba, llegaron al monte donde habitaba, varios prelados a comunicarle tan grande noticia. Su susto fue espantoso y se echó a llorar. Pero las gentes lo aclamaban como el mejor para ese cargo.

Celestino tenía 80 años. A su coronación como Pontífice asistieron más de 200,000 personas. La veneración hacia él era tan grande que tenía que pasar días enteros en la ventana impartiendo bendiciones a las multitudes que llegaban a visitarlo. La entrada solemne la hizo cabalgando en un burrito, cuyas riendas eran llevadas por dos reyes Carlos de Anjou y Carlos de Hungría. Era el año 1294.

Pero pronto se dio cuanta Celestino de qué el no estaba preparado para tan difícil cargo ni tenía cualidades para ello. No conocía las leyes y cánones que rigen a la Iglesia en el Vaticano. No sabía hablar bien el latín en el cual se redactan los documentos pontificios. No tenía la suficiente pericia para no dejarse engañar, y así como era tan sin malicia y tan generoso, muchos aprovechaban de que concedía cuanto se le pedía, y llegó el caso de que nombró hasta tres personas distintas para un mismo cargo.

Y para acabar de completar, como su inclinación era a la oración, a la meditación y al silencio, mandó que le construyeran una celda de monje en el Palacio Pontificio, y allí se dedicaba por horas y horas a la oración y a la meditación, y mientras tanto no había quien despachara los asuntos en las oficinas del Pontífice.

Y él mismo reconoció que había sido un error el aceptar el cargo de Papa y se propuso renunciar. Es el primer caso que ha sucedido en la historia de la Iglesia, de que un Papa renuncie a su cargo. Primero publicó un decreto declarando que el Sumo Pontífice sí puede renunciar a su alto cargo. Luego reunió a todos los cardenales y les leyó su renuncia al Pontificado y les pidió que nombraran a su sucesor. Y allí mismo se despojó de todos sus ornamentos pontificios y se vistió de simple moje, y se propuso irse otra vez a la soledad a hacer oración. Era el 13 de diciembre de 1294. Apenas había sido Pontífice durante cinco meses.

Pero sucedió que su sucesor, el Papa Bonifacio Octavo, al sentir que se formaba en Roma un gran partido en su contra y a favor de Celestino, mandó que volviera otra vez a la ciudad, para apaciguar los ánimos. El santo, que no quería saber ya nada más de esos asuntos materiales salió huyendo, pero fue puesto preso y llevado a un castillo donde lo encerraron como prisionero. Por dos años estuvo allí dedicado a rezar y meditar. Cuando algunos se quejaban de que lo tuvieran encerrado decía: "Lo que yo siempre deseaba era tener una celda llena de silencio y de apartamiento de todo para poder dedicarme a la oración y a la meditación. Y esa celda me la han dado aquí. ¿Qué más puedo pedir?"

Murió santamente en mayo de 1206 y fue declarado santo en 1313.

Oración a San Celestino “El Santo Varón”.
!Oh glorioso Mártir Celestino!, cuyo sagrado cuerpo tenemos la dicha de poseer entre nosotros con mayor fe y devoción veneramos tan insigne reliquia y
humildes te pedimos el favor de tu poderosa intercesión. Por Jesucristo Nuestro Señor. 
Amén

LA CONFIANZA...

LA CONFIANZA... quien se la gana, está en el deber de mantenerla, sí es de por vida, mucho mejor.

LA CONFIANZA... quien la da, no debe estar haciendo pruebas banales de la misma. Porque sus dudas también pueden corromperla y sus consecuencias le pesarán despierto y dormido, de por vida.

LA CONFIANZA... mueve al mundo financiero. Ha hecho que el dinero exista, que el oro, diamantes, platino, coltán, tengan el valor que ahora poseen. Sin ello, serían nada más que piedras preciosas, pero no valiosas.

LA CONFIANZA...  ha hecho del bitcoin el punto de enlace del mundo a través de la Internet . Es entonces una confianza sobre otra. Por algunas frutas podridas y detractores no se va a detener, mientras la gran masa le otorguen el voto de confianza.

LA CONFIANZA...  es creer en capacidades, en el ensayo y error, en saber el tamaño del defensor en contra del enemigo monstruoso de varias cabezas y que debe atacar de formas distintas porque se multiplica. Quien confía en el guerrero que con astucia, planificación, control, liderazgo y unidad se concentra en vencer al mal policéfalo, lo que hace es fortalecerle con un poder más allá de sus creencias, quizá no tangible, pero sí existente.

LA CONFIANZA...  es creer en el potencial del niño, en la rebeldía sin daño del adolescente, en la disciplina del adulto joven, en el emprendimiento del adulto contemporáneo, en las ganas del adulto mayor o anciano. 

LA CONFIANZA...  es saber que se puede fallar, pero se debe seguir. También es siempre tener un plan B, un guardado, no poner todos los huevos en una canasta, en analizar, preguntar, estudiar y saber quién es uno. También en saber que hay muchas cosas que no se pueden ni se deben hacer solos, ya que el orgullo nunca es un buen compañero.

LA CONFIANZA...  es lo que hace a una pareja, es lo que hace la paternidad, es lo que hace la familiaridad, es lo que hace a la vecindad y a la familia. Es un trabajo de muy larga data, que se nutre de la regla de oro.

LA CONFIANZA...  es lo que pide Dios junto a la constancia y la acción. El saber que lo que se pide no es inmediato porque el ser humano de por sí, es anárquico y quizá pidiendo agua, termine secando un área y creando un desierto.

LA CONFIANZA...  va más allá de sexo, orientación, peso, color, religión, ideología, gustos; a ell le importan las acciones y la sumatoria de éstas, porque el bien debe siempre pesar más que el mal y muchas veces en el lado de la balanza donde se supone estaré el mal, estarán los errores e incumplidos, que también han de pesar poco.

LA CONFIANZA...  es la que hace falta para contrarrestar a tanto nube gris. Y esa confianza nace en tu corazón, se conecta con Dios y se replica en tus acciones. Hasta en lo más mínimo la puedes hallar, dedícale el rato a buscarla, ella es una buena muleta para el ánimo y un vigorizante para la tranquilidad.

Lcdo. Argenis Serrano - @Romantistech

martes

PROHIBIDO ARROJAR BASURA


Un letrero que por lo repetitivo llegó a la ambigüedad y, por malabares del destino, ha sido tirado a la calle cuál basura, para mayor ironía.

Y ello nos ha dañado como sociedad, como humanos, como hermanos. Porque le perdemos el respeto al entorno.

Sí, toca hablar en plural y enfrentar la tosquedad del reproche del “yo no lo hago”, que está pensando usted.

Pero esto va más allá de la cáscara de plátano que lanza a la calle, cual rutina cómica de los años cuarenta del siglo pasado en el cine y la televisión. Supera al papelito del caramelo, snack, número que ya no le sirve y que arroja con total desparpajo o por un reflejo involuntario, pero que no corrige, en una transitada calle.

No es sólo la caca del perro que sacó a pasear y que no recoge porque no es un área controlada con multas y por ello no le interesa, justificando con el “eso es abono animal”. Tampoco es exclusivamente lo que atañe a hacer una parrillada y utilizar combustibles fósiles para avivar el fuego o quemar un puñado de hojas.

No implica solo a la contaminación sónica, excusándose que está en su casa y vulnerando los derechos de los demás, esos que comienzan donde terminan los suyos. Tampoco es el barrer con agua y creer que hace un bien cuando en realidad está haciendo dos males.

No es únicamente el lanzar una lata, cáscaras o billetes rotos (como tristemente se puso de moda) en el suelo y para mayor dolor, estando una caneca o bote de basura a escaso metros de usted, colocando como pretexto el “hay gente que vive de barrer y recoger eso, yo sólo les estoy dando trabajo, sí no se ensucia, alguien deja de trabajar pues”.

Aquí la basura de verdad es lo que sale del corazón y que se transforma en alguno de éstos hechos irrefutables y de otros que serían más atroces de comentar. Con lo dicho se crea el fundamento de lo que prosigue.

Nos encontramos en épocas donde la basura es ese reconcomio, sed de venganza, de falsa justicia (o ajusticiamiento para ser más exactos), de falta de reciprocidad, de blanco o negro, de pagar con la misma moneda, de socavar momentos, valores, sonrisas, relax, reflexiones, espiritualidad, deporte, entretenimiento, cultura, expresión, comunicación, tan sólo porque te parece que está mal, lo que no hace daño ni al entorno ni a quien lo acomete.

Esa basura es la envidia, la ignominia, el desdén, el resentimiento, el hastío, el “odio mi vida y la de los demás”; esa basura que le quita las honras al duelo, el gozo a los cumpleaños, el regocijo a los logros, el placer a la tranquilidad, la plusvalía a la inventiva y el emprendimiento, la sazón a lo atípico.

Esa basura es la que nos llena el alma de un hollín, moho, brasa, grasa, escombros y quién sabe más cosas que contaminan al corazón, la mente, la vida propia y del entorno inmediato.

Hacerle un aseo al alma, dejar de ver Molinos de Viento como un falso Don Quijote que quiere ver al mundo sólo como sus ojos y valores lo exigen o de plano, no sirve. Esa basura te carcome el alma y no te hace ecológico, eres un material no biodegradable, más bien eres de lo más degradante.

Mira un poco dentro de ti, observa ese cansancio perenne de la crítica, la imposición, la rigidez de unos cánones morales que carecen de moralidad.

Ser como el bambú, sólido pero a su vez flexible, te ayuda a ser menos asocial y de esa manera vas limpiando el entorno. Esa pulcritud hace que el ambiente en derredor sea más respirable y de mayor convivencia. Y hasta esa basurita que tenías en los ojos y en los oídos desaparecerá y verás cosas nuevas.

No lances entonces más basura, ni de la física ni de la emocional. Nunca ensucies los caminos de la vida, las plazas del entendimiento, los ríos y quebradas de la claridad, los bosques de la fortaleza, las playas de la dignidad, los hospitales de la esperanza, los hogares del amor. Sí ves a alguien hacerlo, recógela y ponla en un lugar donde se la lleve el camión del destino y te lavas las manos con el agua y el jabón de la dignidad y de la vida sane en sociedad.

Así, se comienza a sanear a un país. Nunca creas que tu presencia no hace falta, siempre será la más importante.

Lcdo. Argenis Serrano - @Romantistech

sábado

San Pedro Chanel (28 de Abril)

Señor,
tú que has concedido
la palma del martirio
a san Pedro Chanel
cuando trabajaba
por extender tu Iglesia,
concédenos a nosotros que,
en medio de las alegrías pascuales,
celebremos de tal modo
el misterio de Cristo
muerto y resucitado,
que seamos
verdaderamente testigos
de una vida nueva.

Por nuestro Señor Jesucristo.
Amén.
Pedro Chanel nació en un pueblo francés llamado Cuet, diócesis de Lyon, el 12 de julio de 1803, en el seno de una familia acomodada. Hizo la Primera Comunión a los 15 años y entonces sintió la vocación misionera. Dos años después entró en el seminario. En 1823 quiso acompañar a un profesor suyo, que partía hacia las misiones de América del Norte, junto con otros dos compañeros de estudios, pero no fue posible porque aún le faltaba un año de filosofía.
Pedro fue ordenado sacerdote en 1827 y pidió a su Obispo que lo enviara a las misiones. El Obispo le respondió que su diócesis estaba tan necesitada de evangelización que podía empezar siendo misionero en su propia tierra.
Hacia 1830 se unió a un grupo de sacerdotes con vocación misionera. Formaban la Sociedad de María, o Maristas. A finales de 1836 partió hacia la Polinesia un grupo de maristas en el que figuraba el Padre Pedro Chanel. Por el camino se dividieron en dos grupos, y el Padre Pedro y otro hermano desembarcaron en Futuna el 12 de noviembre de 1837. La isla se hallaba dominada por dos tribus que siempre estaban guerreando. No conocían el cristianismo y había allí un comerciante inglés que estimulaba la beligerancia de los nativos. Pronto estalló una guerra y el rey de la tribu vencedora obligó a los misioneros a vivir cerca de su casa para tenerlos bien vigilados. Pese a todo, Pedro se las arregló para predicar y empezó a convertir a los nativos. En febrero de 1839 un huracán arrasó la isla y las dos tribus firmaron una tregua; pero en agosto la rompieron y una tribu casi aniquiló a la otra en una matanza sin precedentes.
El rey vencedor acabó creyendo que aquellos cristianos estaban introduciendo supersticiones que molestaban a sus propios dioses y decidió acabar con el Padre Pedro. El 28 de abril de 1841, un grupo capitaneado por Musumusu, yerno del rey, fue a buscar a Pedro; lo sacaron de su cabaña y Musumusu le abrió la cabeza de un hachazo. Pedro fue beatificado en 1889 y proclamado mártir y Patrón de Oceanía en 1954.

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