No hay algo más caro que el precio de hacer el bien, ni tampoco algo que más queramos pagar,
tanto en la tierra como en el cielo.
Esa sensación de satisfacción que casi es pecaminosa
por el regodeo y éxtasis que sentimos y hasta “expelemos” por todo nuestro ser
que incluso pareciera gritarlo, es indescriptible,
Es una convicción de que es lo debido y es nuestra
verdadera esencia, siendo a su vez una fortísima prueba a nuestra humildad,
mesura y caridad, sea cual sea la religión practicada e, incluso, quienes son
ateos, pragmáticos o iconoclastas.
El precio de hacer el bien
Lamentablemente, creemos que por hacer el bien, no
nos sucederán cosas malas. Error propio de la anarquía human. Pero, como he
sido testigo en personas que he querido profundamente, aún en sus momentos más
duros y tristes, no perdieron nunca a la luz del Señor, entendiendo que Él obra
de maneras que no logramos comprender, pero siempre van al propósito de la prosecución
y orden del mundo.
También está el precio de hacer el bien de quienes
se quieren aprovechar de nuestra bondad, caridad, buenos oficios y el amor. Termina
saliéndonos caro porque la confianza es un valor que ningún número puede llegar
a tasar, pero cuando se quiebra, vale menos que nada.
Y en sus fragmentos estamos nosotros allí,
esparcidos. Porque la traición usualmente no viene de los enemigos, sino al
contrario, como ya comprenderán ustedes.
El precio de hacer el bien también está en tener que
pagar lo que los demás hicieron, sea ante las leyes, ante la familia, ante el
área laboral, ante terceros. Y aunque el honor y conocimiento de que no tenemos
la culpa nos mantiene de pie, las preguntas derivadas de aquella vergüenza inmerecida,
hacen un baile incómodo que podría hacernos dudar.
Y las dudas, son intersticios por donde se mete el maligno
a nuestra alma, cuerpo, corazón y mente. Por eso hay que tenerlas bien a raya.
También está el precio de hacer el bien de comenzar
a ver que el mundo se hace un lugar desesperanzador. Lo que nos hace clamar por
una señal que, o no llega o no vemos.
Más, hay contra reembolso
Sí, aunque sea un término grotesco, la vida nos hace
una devolución contra reembolso, por pagar el precio de hacer el bien. Nos compensa
con una mayoría de momentos, situaciones, cosas y personas que, de micro a
macro, nos reconcilian con la vida y nos traen el tesoro del cielo a la tierra.
Ante Dios, todas las facturas se pagan, Él sabe cómo
y a nosotros nos queda decir hágase su
voluntad.
Mientras más bien hagamos, menos debemos. Y cuando
mal la pasemos, más con nosotros Él estará.
Porque el amor de Dios es su poder devino, pero nada
nos exime de nuestra humanidad (pago que le debemos a la serpiente que tentó a
Eva y por la cual también Adán sucumbió).
Somos guerreros de Dios y nos pondrá a prueba. ¿Acaso
queremos defraudar a quien tiene toda la gloria, todo el poder y es nuestro
Padre?, me parece que no.
Hacer el bien es un amasijo de satisfacciones tan
grande, que lo único que debe provocar, es repetir.
Claramente, hay que saber hacia dónde enfilarnos,
porque hay mucha serpiente por allí esperando para aprovecharse de nosotros.
Más no significa andar a la defensiva, sólo ser precavido
y tener buen ojo. Incluso dar el beneficio de la duda.
Ayudar y seguir nuestro camino, esperando que esas
obras se multipliquen para sí y que esas personas beneficiadas luego beneficien
a otros, debe ser nuestro pensamiento y único pago.
Porque el precio de hacer el bien, es recibir dones
que van más allá de lo que podemos pedir e incluso, llegar a saber, pero que
percibiremos en cada sonrisa, cada logro, en cada amanecer.