En
ocasiones, quizá por las supersticiones, ficción, formas infantiles que se nos
han inculcado y aquellos deseos que rompen a la lógica humana y que para
quienes somos creyentes, rozan a la incoherencia y herejía, es pues en esas
ocasiones que se cree que el poder divino de Dios, es un acto de magia que se nos
cumplirá.
Y
cuando ello no sucede, las personas comienzan a perder la Fe en Dios, luego en
la humanidad, después en sí mismos. Y son presa fácil para quienes sí ejecutan
una charlatanería no fantasiosa como la del cine y televisión, sino para verdaderos
manipuladores emocionales, estafadores, chantajistas, acosadores.
Todo
esto por no entender que el poder divino existe, pero que debemos ganarnos cada
cosa para que Dios atenúe los renglones ya escritos en el libro de nuestras
vidas.
Tanto
en acciones sólidas y desinteresadas, como al brindarle a Dios pensamientos emotivos como estos.
El génesis…
Todo
comenzó cuando Adán y Eva desobedecieron
a Dios y probaron la manzana del árbol
prohibido; desde ese momento conocieron la diferencia entre el bien y el
mal. Y todos lo fuimos heredando.
El
poder divino actúa en base a aquellas decisiones que tomamos. Aunque es un error
decirlo así, tomaremos un término científico que ayudará a que se comprenda: El reflejo condicionado de Iván Pavlov.
Por
cada bien que hagamos, un bien vamos a recibir, por cada mal, un mal. Sea en la
Tierra o en el Cielo, el poder divino nos va a evaluar en base a ello.
Y
no, no es un bien como el que quisiéramos (sin enfermedades, sin perder bienes,
teniendo dinero siempre, viajando, conseguir el amor que queremos, etc.); el
poder divino nos confiere lo que necesitamos, que en gran parte de nuestra
vida, no descubrimos ni sabemos que lo requerimos hasta que Él, nos lo
presenta.
El poder divino
Este
habita en nosotros, somos instrumentos de Fe para Dios; ¿Acaso no
sienten que se van los pecados y el alma vuelve a equilibrarse cuando hacen un
acto de bien?
El
sanar su alma es una forma de magnetismo para las cosas buenas. La mente y
necesidades humanas son anárquicas, personalistas. El poder divino lo sabe y no
se activa cuando lo que se anhela o se desea está revestido de ello.
Cuando
nos liberamos de los malos deseos y de la indiferencia, estamos sanándonos y
colaborando con el entorno.
El
cielo sabe compensar de maneras que nos son insospechables. Vean al señor que
pide dinero en la calle y pasa penurias cada día y noche. Cuando le ayudamos,
nos paga con un gracias o una sonrisa y se le borran un tanto las cuitas.
No
siente rencor, envidia ni recelo. Sólo acepta y sigue. El poder divino le tiene
preparado un lugar en el cielo que redima lo que la carne ha vivido. Y sobre
todo, porque su alma supo valor dicha vida más allá de las necesidades.
Si
ellos saben valorar su vida al máximo. Los que tenemos más para vivir sin menos
penurias, no deberíamos ser menos. El poder divino deriva de la humildad con la
que sepamos llevar cada instante de nuestra existencia.
Decaer
cuando nos pasan cosas que humanamente son factibles, es de débiles. Valiosos, brillantes,
puros y grandes son esos seres humanos que supieron aceptar el poder divino de
Dios en la adversidad y aunque caigan en ánimo, en FE y Creencia en Dios y sus
glorias, jamás se les verá caer.
El
poder divino no se activa pidiendo deseos, sino con acciones. Y que Dios haga
su santa voluntad a su manera, que siempre será superior a nosotros y por ende,
correcta y buena.
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