Jesucristo,
Señor Nuestro; todos los habitantes de bien, luchadores y de real lucidez de Venezuela acudimos
a ti en esta hora de necesidad en nuestra patria.
Nos
sentimos inquietos y desesperanzados, en un ojo del huracán de fantasías de
estar mejor, que se caen en los momentos
en que nuestra dignidad requiere de todo aquello que es lo más básico, justo y
necesario.
Por
ello, pedimos fortaleza y orientación, como dones preciosos de tu Espíritu.
Anhelamos
ser un pueblo identificado con el respeto a la honorabilidad de los seres
humanos.
Verdad,
libertad, justicia y el compromiso por el bien común deben ser los caminos de
Venezuela.
Como
hijos de Dios, danos la capacidad de construir la convivencia fraterna, amando
a todos sin excluir a nadie, solidarizándonos con los pobres y trabajando por
la reconciliación y la paz.
Quítale
por favor el poder a quienes están del lado del mal y se encubren incluso en tu
nombre; saca el velo de los ojos al igual que la sordera a quienes se han
convertido en su séquito. Que el mal jamás triunfe nuevamente en Venezuela.
Concédenos
la sabiduría del diálogo, la negociación y el cumplimiento de la palabra
empeñada, además del equilibro hacia lo correcto incluso por encima de los
instintos anárquicos que, como humanos, llegamos a tener y tristemente
demostrar acá en Venezuela.
Que
juntos construyamos ideas, proyectos e inclusos, alianzas de amor a Venezuela.
Tú
nos convocas como nación y te decimos: Aquí
estamos Señor, junto a nuestra Madre María de Coromoto, para seguir el camino emprendido
y así testimoniar la fe del pueblo de Venezuela, que se abre cada día a una
nueva esperanza que en esta ocasión, no decaerá en el ciclo sombrío en que
estuvo.
Por
eso, todos juntos gritamos, ¡VENEZUELA VIVE Y CAMINA CON JESUCRISTO, SEÑOR DE
LA HISTORIA! Amén.
Pidamos al Señor:
Paz
en la Patria.
Solidaridad
entre los venezolanos de bien y castigo a los del mal.
Que
Cristo y la Virgen María, reinen en cada uno de nuestros corazones.
Salud,
Solvencia, Seguridad, Trabajo, Estudio y Alegrías para todos en su justo
balance, creando la verdadera igualdad entre hermanos, sea cual sea nuestra
manera de profesar la fe.