Muchos temen al averno y no se dan cuenta que
ya está el infierno en la tierra.
Cuando dudan ante el bien, lógico, ecuánime y lo justo, lo van creando.
Cuando critican lo que practican, lo llaman.
Al estar del lado del mal por conveniencia
monetaria o por miedo, se adentran al infierno en la tierra.
Sí no se arrepientes y buscan redención de
sus pecados, siguen viviendo en él.
Acostarse con una vergüenza por omisión o
error voluntario, es sentí el infierno en la tierra magnificado por la
conciencia que le llama a rectificar, pero al despertar no le hace caso.
Quien cree que pensando con su cuerpo
consigue amor, está creándose su propio infierno en la tierra.
Esos que se esconden tras una máscara de
bondad y dicen sólo lo que los demás quieren leer o escuchar, alimentando
falsas esperanzas y jugando con la susceptibilidad ajena, se han garantizado el
infierno en la tierra aunque se nieguen.
¿No es el infierno en la tierra entonces aquel al que se va al morir?
Pues aunque ese infierno existe, el mismo
donde el diablo fue lanzado por Dios y sus ejércitos y retado a tomar el mundo,
haciendo miles de esfuerzos desde la esclavitud, el hambre, las guerras, el
manejo económico y el dominio del hombre por el hombre y ha fallado porque la
muerte y los seres de luz han hecho su trabajo por eones, sigue existiendo, ese
infierno no es el único.
El infierno en la tierra es la vida que se
hace de puros placeres banales y no del placer de vivirla para sonreír, crecer,
formarse, ayudar, ser parte de un buen conglomerado, luchar por lo justo.
Así sea algo micro que se aporte, siempre el
hacer para romper rutinas y malicias nos aleja de vivir el infierno en la
tierra.
Aquello de “piensa mal y acertarás”
no siempre es así. Se confunde la astucia y precaución con malicia y sospecha. Como
queriendo siempre acertar en lo malo y olvidándose de todo lo bueno de la
creación de Dios y de lo que Dios permitió a través de las manos fecundas y
creadoras del hombre hacer existir.
¿Todo lo novedoso es malo?
Un fósforo en manos de una cocinera será el
principio de la alimentación sana de sus comensales; en manos de un ser inconsciente
y anarquista, será el fin de un algo o alguien. No es la cosa, es el uso el que
marca la diferencia entre el infierno en la tierra y el cielo en la tierra.
Así sea una cosa extraña y peculiar, no es el
adquirirla algo malo si el proceso estuvo rebosante de laboriosidad,
cumplimiento de normas y apoyo.
Porque para las cosas sí se puede gastar lo
que sobra, pero para las obras de caridad, asistencia social, familiaridad o
amistad no; eso es lo que muchos no entienden y al banalizar todo, se van
secando en sentimientos, ensimismando, aburriendo, adentrándose en la
indolencia y forjando el infierno en la tierra donde luego dicen no saben cómo
cayeron.
Orar y hacer
La oración es pedir que algo suceda, pero no
es limitativa de ir creando acciones meritorias para que ello ocurra de la
forma esperada y/o mejor, de la forma en que verdaderamente nos conviene, esa
que a veces no podemos imaginar pero que la obra y misericordia del Señor Dios
del Universo puede crear para nuestra salvación y regocijo.
No es esperar a que suceda algo o llegue
alguien para hacer. Es ir siempre haciendo y a su vez siendo lo que se pregona,
aprende, se quiere, se necesita. Es así como el infierno en la tierra no se
convierte ni en nuestro hábitat, ni cárcel ni perdición.
Así en nuestros momentos dolosos tendremos
siempre la mano poderosa de Dios amparándonos. Porque nada nos exime del dolor,
pero crear nuestro propio sector del infierno en la tierra sí nos exime de las
bienaventuranzas.
Muchas veces el orgullo nos crea un infierno
en la tierra. Para acabar con ese flagelo, siempre puedes contar con una
persona que te vea y tú le veas de manera subjetiva y con el corazón. Pide a tu
ángel de la guarda que te la
presente (o te las presente) y entre el libre albedrío, la fe, la rectitud y la
confianza, tal cual hicieron los arcángeles, San Jorge y todos aquellos que han
rechazado al maligno, acabarás con el infierno en la tierra en el cual lo
banal, efímero e indolente nos ha querido sumergir y de cuando en vez aunque neguemos,
hemos logrado sucumbir.
Pero emerger es de verdaderos hijos de Dios,
porque las batallas nos hacen más fuertes y van apagando las llamas del infierno
en la tierra, en la vida y en la muerte. Que la luz celestial siempre nos
ilumine.
Lcdo. Argenis Serrano