Dos términos
se complementan uno al otro: Inmanencia
y Trascendencia. Estos no son atributos de Dios propiamente dichos, sino
más bien son descripciones de su relación con la creación.
Cuando
pensamos que Dios está cercano y activo en su creación, decimos que es
inmanente. Cuando pensamos que Dios es totalmente distinto a todo lo creado,
decimos que es trascendente.
Dios como
tal, distinto y separado de su creación, es trascendente. Pero Él está también
siempre presente y actúa según sus designios providenciales y permanentemente
en el universo. Por eso decimos que es inmanente.
Al pensar en Dios tenemos que mantener un justo
balance entre estos dos conceptos. Si enfatizamos demasiado la inmanencia de
Dios nos deslizamos al panteísmo y perdemos de vista el Dios
personal.
Si enfatizamos muchos su trascendencia, perdemos de
vista la actividad divina y nos quedamos con un universo cerrado y una simple
filosofía deísta.
¿Qué significa decir que Dios es inmanente? Hablar de la inmanencia de Dios es hablar de su presencia y
actividad en el universo. Él está en todo su poder y divinidad en todas partes
y en cada momento de todo lo creado.
La
inmanencia de Dios está relacionada con su omnipresencia. Dios está en todas
partes. Él está presente y abierto a su creación. Por eso tiene sentido cuando
nos dirigimos a él en oración.
En La Biblia
leemos que toda la creación depende del cuidado de Dios (Salmos 104:25-30).
No existe lugar en que Él no esté (Jeremías 23:24). Dios está cerca de todos
nosotros (Hechos 17:27-28).
Dios es padre de todos. Está sobre todos, por medio
de todos y en todos (Efesios 4:6). En el acto mismo de la creación, podemos ver
la inmanencia divina (Génesis 1:2 y 2:7). Dios providencialmente
cuida de toda su creación (Mateo 5:45. 6:25-30, 10:29-30).
Dios está presente en los procesos regulares y en
las leyes naturales del universo. La naturaleza no existe independientemente de
Dios. Sin Dios no hay nada. Pero Dios si existe sin la naturaleza.
Como bien hemos aprendido del Libro del Génesis, antes de la creación, no había nada. Y todo lo
que ahora existe depende de la voluntad de Dios.
Dios no está
limitado a actuar directamente en el cumplimiento de sus planes. Él obra por
medio de las cosas creadas y de los seres que él creó.
Dios puede
dar sanidad a una persona directamente o puede usar a los médicos que la están
tratando. Dios tampoco está limitado a obrar por medio de creyentes o de su
propio pueblo.
Él puede
usar incluso a sus enemigos para adelantar sus propósitos. Ejemplo de ello son
Asiria (Isaías 8:1) y Ciro (Isaías 45).
Debemos
apreciar lo que Dios ha hecho y sigue haciendo en su creación. No debemos
abusar ni explotar los recursos naturales por avaricia. Además, también a
través de las cosas creadas podemos conocer algo de Dios.
Observemos
por ejemplo la diversidad, el orden y la regularidad de la creación, que nos
invitan a participar en ella organizada y responsablemente.
Quienes
dañan por intereses económicos o políticos al ecosistema están dejando de ver a
Dios, dado a que destruyen a su creación que Él renovará, pero a sus almas las
condenará desde antes de morir.