Son
muchas las personas que consideran que el Tarot y
la Religión son elementos absolutamente extraños e incluso enemigos. Obviamente
que cada uno tendrá sus razones para pensar esto; sin embargo, algunos autores
tienen las suyas para sostener lo contrario. Vayamos por partes.
Con las Cartas no se pretende ser infalibles ni escribir el futuro lejano ni reformular totalmente el presente, ni mucho menos, se busca es dar consejos positivos y muy maduros para personas maduras que desean mejorar y que ven en este sistema una forma de lograrlo. No se trata ni del único sistema, ni del mejor, puesto que el mejor es el que responda con la verdad a cada uno.
Con las Cartas no se pretende ser infalibles ni escribir el futuro lejano ni reformular totalmente el presente, ni mucho menos, se busca es dar consejos positivos y muy maduros para personas maduras que desean mejorar y que ven en este sistema una forma de lograrlo. No se trata ni del único sistema, ni del mejor, puesto que el mejor es el que responda con la verdad a cada uno.
Existe, por supuesto, un enorme riesgo: la manipulación, ya sea del Tarotista como del consultante, pues muchas veces uno, más que la verdad, persigue engañarse; pero eso es un peligro en cualquier campo y no sólo en el Tarot.
Otro
problema es que hay personas que identifican Tarot y Brujería. Ha de
suponerse que como cualquier cosa en la vida, podría ser así; pero, -como
siempre-, de lo que se trata es del uso que se dé a las cosas, más
que de éstas en sí.
En
primer lugar nos gustaría decir qué entendemos por brujería. Creemos que
la brujería lo que pretende es manipular los elementos para
que éstos obren de una manera acorde a nuestro sentir, sin respetar
necesariamente el sentir de los demás. Con esto no se puede estar de acuerdo en
absoluto. Con el Tarot (los tarotistas honestos que son muchos) no pretenden
esto, sino que se desea una buena guía de actuación, pero el trabajo lo
debe hacer uno (usted), no los elementos; y por supuesto, siempre contando con
la libertad de todos los implicados.
Más
que la brujería, lo que nos debe gustar es la oración. Y esto nos
conduce al segundo punto que nos gustaría destacar. Los creyentes (entre los
cuales nos incluimos) deberían considerar el poder de Dios por encima de
todo. Es decir, nadie puede estar por encima de Él; por tanto, los elementos no
pueden obrar de acuerdo con el deseo de alguien en particular si Él no lo
permite.
Por
eso decimos que en lo que sí creemos es en el poder de la oración, pero los
tarotistas bien analíticos y además temerosos de Dios se niegan a hacer uso de
técnicas que pudieran ser sospechosas de brujería.
¿Es
esto tan difícil de entender? Pues para algunos hemos visto que sí. Los
tarotistas hablamos de ayuda, no de coacción. Hablan de búsqueda de
entendimiento, de comprensión, y no de ejercicio de poder.
Puesto que somos creyentes, pensamos que Dios y los Seres Celestiales existen y que tenemos múltiples maneras de comunicarnos con ellos (la existencia en sí, ya es una de esas maneras); y, por tanto, el Tarot no es algo que se aparte de esta idea.
Puesto que somos creyentes, pensamos que Dios y los Seres Celestiales existen y que tenemos múltiples maneras de comunicarnos con ellos (la existencia en sí, ya es una de esas maneras); y, por tanto, el Tarot no es algo que se aparte de esta idea.
Desde
aquí nos gustaría eliminar todo ese tenebrismo que a veces oscurece tanto el
mundo espiritual. Y nos gustaría citar al respecto y con todo el respeto, unas
palabras del Evangelio:
En aquel tiempo,
dijo Juan a Jesús: -«Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu
nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.» Jesús
respondió: -«No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no
puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor
nuestro.»
(Marcos 9, 38-40).
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