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miércoles

El Karma

Este es uno de los conceptos más conocidos entre las religiones y filosofías orientales y que se han difundido con ahínco y probidad en Occidente. El Karma forma parte tanto del Budismo como del Hinduismo y que, partiendo de nuestra conducta y explicado con términos que se nos enseñan en la ciencia, hace referencia al principio de causa y efecto (toda acción, genera una reacción).

 

El concepto de Karma se introdujo de manera masiva en Occidente hace muchos años. Concretamente a través de las antiguas colonias británicas y francesas en Asia. Con el tiempo, se fue difundiendo a la vez que lo hacían las religiones orientales de las que forma parte.

 

Sin embargo, también fue utilizado por diferentes sectas y sociedades ocultistas para sus propios fines. En cualquier caso, para quiénes no profesamos las creencias de Oriente, el Karma supone una forma parabólica de predicar el Bien y, desde luego, en ello no hay nada de malo

 

Aunque quizás es más conocido como parte trascendente del Budismo, no es exclusivo del mismo, ya que aparece también en el Hinduismo, el Yainismo y el Ayyavazhi (una escisión del primero), aunque cada una de estas creencias lo concibe con ciertas diferencias.

 

La definición más cercana a un punto de encuentro entre las religiones del Medio Oriente y la concepción oriental, es que el Karma se manifiesta como una energía transcendente, cuyo carácter -positivo o negativo- está en función de los propios actos de las personas.

 

También se ejemplifica o grafica como una ley cósmica que inicia el ciclo de causa y efecto. Dicho de otra forma, si realizamos una acción buena, nos ocurrirá algo bueno, mientras que, si la hacemos mala, nos sucederá algo malo.

 

Claramente, esa recepción del bien y el mal no se adapta siempre a lo que se quiere y/o se espera, sino a lo que la energía del universo dispone que sea lo ideal para nosotros.

 

Nótese pues que el Karma para estas religiones medio orientales, no dista de lo que los creyentes en Dios, incluso en las diversas religiones que le adoran, saben y ejecutan en base a los Mandamientos de la Ley de Dios.

 
el karma

Las creencias y el Karma

Como estas religiones creen en la reencarnación, las sucesivas vidas de la persona estarán condicionadas por los actos que haya realizado en la anterior. Así, el ser humano tiene libertad para obrar bien o mal pero debe saber que sus acciones tendrán como consecuencia lo que le suceda después.

 

El concepto del bien y el mal en el Karma, es igual al que se maneja en todo el mundo. Quien ha obrado bien en otras vidas, se mantiene igual en las siguientes. Pero tendrá que enfrentar a un mundo que está entremezclado en buenas y malas obras.

 

Eso pondrá en duda lo que le sucede en algunas ocasiones. Será la convicción, verticalidad y libre albedrío de la persona, la que le ayudarán a sobreponerse y alejarse del mal, porque el Karma de vidas anteriores, al menos el suyo, siempre será positivo.

 

Más, si lo varía en esta vida, en las otras lo pagará. Ojo, no confundir con el destino y su entretejer, porque ser buenos no nos exime de las cosas que en el libro del destino están escritas. No es un escudo para el cuerpo y la vida terrenal, sino para el alma y el derecho a trascender del cuerpo físico, al otro plano existencial.

 

Ello implica que debe aceptar su propia responsabilidad en lo que le ocurra, pues es fruto de algo que usted u otra persona (el Karma es individual aunque se concatene) ha hecho. De todo ello, se derivan una serie de principios entre los que los más relevantes son los siguientes tres:

 

Primer Principio del Karma

El primero de ellos señala que por cada acto negativo que hagamos, debemos realizar uno positivo que lo compense pues es la forma de mantener nuestro Karma equilibrado.

 

Segundo Principio

El segundo principio indica que debemos saber perdonar a quién nos haga daño pues es el único camino para que, cuando nosotros hagamos algo mal, seamos a nuestra vez perdonados.

 

Tercer Principio

En tercer lugar se encuentra la compensación o, -dicho de otro modo-, sembrar el Bien hoy para cosecharlo mañana, ya que “sólo recogemos lo que sembramos”.


Lcdo. Argenis Serrano 

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