Aunque esta
oración fue concebida como una chanza, si se analiza bien es una petición
paisana y bastante afable en pro de buscar la humildad necesaria para vivir.
Querer ser
agradables es, en muchas ocasiones, una exageración a la que no se llega. En cambio
el ser insoportable es tan sencillo y natural que puede frustrar a quien se dé
cuenta de su propio fallo.
Así que al
leer esta oración, más allá del chiste, compréndase que hay un metamensaje entre
líneas y el cual nos conviene no sólo en la senectud, sino en el ayer, el hoy y el mañana.
Señor, Tú sabes mejor
que yo, que estoy envejeciendo y que un día seré viejo.
No permitas que me haga
charlatán y sobre todo, adquiera el
hábito de creer que tengo que decir algo sobre cualquier tema, en toda ocasión.
Libérame de las ansias
de querer arreglar la vida de los demás.
Que sea pensativo pero
no taciturno, solícito pero no mandón.
Con el vasto acopio de
sabiduría que poseo, parece una lástima no usarla toda, pero tú sabes, Señor,
que quiero que me queden algunos amigos al final.
Mantén mi mente libre
de la recitación de infinitos detalles, dame las alas para ir derecho al grano.
Sella mis labios para
que no hable de mis achaques y dolores. Ellos van en aumento con el pasar de
los años, como también mi gusto por
recitarlos.
Pido la gracia de poder
escuchar con paciencia el relato de los males ajenos.
Enséñame la gloriosa
lección de que a veces es posible que esté equivocado. Mantén en mí una
razonable dulzura. No quiero ser un santo. Es difícil convivir con algunos de
ellos, pero un viejo amargado es, una de las obras Supremas del Diablo.
Ayúdame a extraer y
aprovechar de la vida toda la diversión supra excesiva posible. Nos rodean
tantas cosas divertidas, que no quiero perderme ninguna.
Así sea...
Amén