Hola, les escribe Argenis Serrano, creador responsable de éste blog y otros cinco más. Lo siguiente es a modo personal, un debate entre la cordura, los sentimientos y el cruce con la vida.
Ya desde el mes de enero mi atención estaba puesta en el Coronavirus o Covid-19, virus surgido en la región de Wuhan en China y que tuvo una débil e irresponsable atención, información y contención por parte de sus autoridades, transformándose en epidemia y ahora en pandemia, cosas que ustedes saben pero vale la pena aclara para el registro.
El saber que sus efectos devastadores
se dirigían –en principio-, a las personas de la tercera edad y quienes tenían
patologías previas me hizo estudiar mi entorno. Siempre me he rodeado, codeado,
simpatizado con las personas mayores y varias de ellas tienen enfermedades como
hipertensión, asma, epilepsia, enfermedades gastrointestinales, reumas,
problemas respiratorios o han salido del cáncer, entre otras.
Obviamente me da miedo por ellos. Y
también por mí, ya que con mis 45 años actuales también tengo riesgo y ya el
virus ha demostrado que no es limitativo con la edad ni la fortaleza, ya que ha
matado a jóvenes de 18 años, un bebé y ha enfermado a un gato, contagiado por
un humano, cuando se creía que los animales no podían contagiarse. Es imprevisible.
Mucho más me asusta porque puedo
ser asintomático y contagiar a seres queridos. Y ya he visto a miles de
personas sentirse culpables de la muerte de sus allegados porque fueron foco de
contagio, involuntarios mucho y voluntariamente algunos. No voy a discriminar,
el resultado es el mismo.
La verdad que de estar ocupado, pasé al preocupado y ya llegué al susto, el cual creo que es mi pico. O al menos quiero mantenerlo allí. Lo que se me ocurre es aplicar el método de John F. Kennedy, “no hay que tener más miedo que al miedo mismo”; alinear mis chacras, mantener en paz mi casa mental y sobre todo, seguir con la misma confianza en Dios que de por vida le he otorgado. Suyo es el poder y la gloria y a su santísima voluntad me apego.
Pero soy humano y el miedo de morir
yo me es poco, pero sí me da miedo el profundo odio que siento contra los malévolos
métodos que tiene la muerte. La odio desde que supe que nuestro Señor
Jesucristo murió sufriendo a latigazos, con espinas, golpes, con clavos, con
una pica en un costado y humillado por los que dudaron. Y aunque es su plan
divino, Dios bien sabe que los métodos de la muerte, desde accidentes,
enfermedades, saña, me son profundamente asquerosos. Te pido perdón Dios
misericordioso, pero el Libre Albedrío bien me obliga a decirlo.
Esta pandemia nos agarra a los
venezolanos sufriendo una crisis que ha combinado el mal, la desidia, el falso
orgullo, el poder, las ideologías, la saña, la burla, el desinterés, el
pragmatismo, un estoicismo débil, la politiquería, la falta de humildad, el rechazo
a apartarse y dar sitial a otros, el enroque, las mismas malas decisiones, la geopolítica,
el dominio del hombre por el hombre, las armas, el Bullying, la desfachatez, la
corrupción, la mezquindad, lo maquiavélico, el ocio, la mentira, la
manipulación, lo antiecológico, los oídos sordos, el dominio al mass media, la
baja autoestima, el desorden, el bochinche, el escepticismo, la herejía, la
banalidad, lo pueril, la falta de moral y luces y la extrema necesidad de tener
que ser encarrilados desde fuera sin poder porque también está el narcotráfico
y el asesinato.
Todo ese coctel nos tiene locos,
con hambre, en el ojo del huracán, en un sofisma que avergüenza; con fallas en
el agua, en la gasolina, la producción de alimentos básicos e impuestos que
satisfagan gustos y necesidades para tener una paz bajo decisión propia. Con un
sistema de salud que es mantenido por el corazón de sus médicos, enfermeras,
técnicos, personal administrativo, bedeles, encargados de suministros y
colaboradores. Dios les bendiga.
Y eso da más miedo. Que se nos
vayan tantos buenos y sigan quedando los malos. Con esto puede que me vaya al
infierno, pero la balanza ya debería moverse a un mayor número de
irrecuperables que se vayan del plano terrenal y un mayor número de buenos
queden. Y no digo quedemos porque ya con esto me condené y pido que nadie quede
condenado por leerlo o reflexionarlo, Dios mío; sí alguien debe cargar esa cruz
soy yo, porque así lo siento, así lo merezco.
El miedo de que mis amistades
pierdan a los suyos me asusta. Ya lo vi y aunque hay algo de resignación entre
la vida y la muerte, el miedo en sus ojos y palabras no es justo para una
persona de bien. Y me da mucha tristeza que miles en el mundo estén así. Esa cadena
se extiende y aún no se le ve freno. Y me asusta saber que más gente lleva un
duelo que seguro es destino porque nadie se muere en la víspera sino cuando e
toca. Pero no así, con error humano que ni mea culpa tiene, no es justo, mi
Señor. Perdóname.
Las pruebas de Dios son para sus
guerreros y estamos en esta prueba. Yo, cada día voy caminando a mi trabajo en el sector salud,
compro comida para mi hogar donde mis padres son septuagenarios y están en
riesgo. Caso igual con parte de mis compañeros de trabajo. Y me da miedo por
ellos, porque son buenos y ésta no es la manera mi Dios Padre, ésta no, te lo
pido, ésta no.
Venezuela es la patria del Doctor
José Gregorio Hernández, que ya combatió en vida una pandemia. A él pido
intercesión ante Dios Todopoderoso para que me ayude es esta etapa de vencer al
miedo, cuidando en primer lugar a todo personal de salud, a personas de la
tercera edad, animalitos, a jóvenes y adultos, a toda persona de bien y a toda
persona que de corazón se arrepienta de sus pecados y entre en la gracia de
Dios con la verdad de su alma.
Sea cual sea tu religión o forma de
alabanza a Dios, sabes que Él construye sus obras divinas con el toque de su
Ser y también construyendo almas, corazones, mentes, profesiones, dejando al
mundo ser.
Te pido entonces que oremos a
diario para que acabe al miedo de decir lo que sentimos, que acabe con la
opacidad, que acabe con la ignominia y la desfachatez. Que nos guíe como su
ejército que somos en comunión por la salud, que podemos encabezar desde el
entendimiento, el cuidado, el amor al prójimo, el saber que nuestras acciones
micro siempre sumarán el mejor de los macro.
Cuando eso suceda y la enfermedad así ceda, el miedo será cosa del pasado.
Y lo sé, Con Dios de mi lado no hay temor que valga. Pero mientras el mundo esté enfermo de alma, mente y corazón voy a temerle a los métodos de la muerte. Así que vamos a ir sanando corazones, creyendo que saldremos de ésta, haciendo lo debido por ti y por quienes conoces o no, para que el Doctor Hernández la tenga más fácil en solicitarle a Dios que a través de nuestros méritos nos salve.
Argenis Serrano
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