¡Glorioso Mártir y Bendito Protector, San Expedito! Sin atender a
nuestros desméritos y sólo confiando en tus merecimientos, y lo que es más, en
lo infinito de la preciosísima sangre de Jesucristo, humildemente te pedimos
nos alcances una fe humilde y abundante en buenas obras y verdaderos frutos de
vida eterna, una esperanza firme que jamás desfallezca aún en medio de los
trabajo y de las más amargas penas, una ardiente caridad que día por día nos
inflame más y más en el amor divino y nos haga ver en el prójimo un hermano y
verdadera imagen de nuestro Buen Dios.
Que en todos nuestros pensamientos, palabras y obras no busquemos
sino la Gloria de Dios; que jamás nos apartemos de la enseñanza de nuestra
Santa Madre la Virgen, que siempre veamos en el supremo Pastor, al
representante de Jesucristo en La Tierra; te suplicamos también nos alcances
del Señor, días de serenidad y de calma para nuestra madre iglesia, de ventura
y prosperidad para nuestro país; que los enfermos encuentren su remedio, los
culpables su perdón, que los justos perseveren; los infieles reciban con
provecho de sus almas la luz del evangelio, los que abandonen este valle de
lágrimas descansen en el ósculo del Señor y que las almas de fieles difuntos
descansen en sempiterna paz.
Haz por último, glorioso Mártir, que el Señor nos conceda la gracia
que por tu mediación pedimos en esta oración (si para su mayor gloria) y que
habiendo confesado a Jesucristo aquí en La Tierra, merezcamos en el auxilio de
su gracia confesarlo entre los bienaventurados en medio de las dulzuras del
cielo. Amén.
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