viernes

Oraciones de San Francisco Javier

A LAS CINCO LLAGAS

Señor mío Jesucristo, en cuya mano están todas las cosas, y no hay nadie que pueda resistir su voluntad, que se dignó a nacer, morir y resucitar: por el misterio de su Santísimo Cuerpo, y por las cinco llagas, y el derramamiento de su preciosísima sangre, compadézcase de nosotros, como usted sabe lo necesitamos en nuestras almas y en nuestros cuerpos; librenos de las tentaciones del demonio y de todo lo que vea que nos aflige; y conservenos y fortalezcanos hasta el fin, en su servicio, y dénos una verdadera enmienda y espacio de verdadera penitencia, y el perdón de todos los pecados después de la muerte; y haga que amemos a nuestros hermanos, hermanas, amigos y enemigos; y que con todos los Santos gocemos eternamente en su reino, que con Dios Padre y el Espíritu Santo vive y reina, Dios por los siglos de los siglos. Amén.

AFECTOS DE AMOR

Para servirle, Dios mío, no me mueve el terror de su mano arrojando rayos, ni el horror del fuego del infierno ardiendo eternamente: Tú me mueves, Dios mío, por ti mismo: Tú, Jesucristo, atravesado, me atraes, la Cruz me obliga, y me enciende, oh Jesús; la sangre que brota de tus llagas. Si no existiese el fuego del infierno y se quitase la esperanza de la gloria, yo, sin embargo, oh Creador mío, prendado de sus bondades, admirando su sublime divinidad, santa y próbida, proseguiré en el amor ya comenzado. A ti, Jesús, Hijo de Dios, a ti, Hijo de la Virgen, manso, fuerte, inocente, que te dignaste morir por nosotros, que todo lo mereces, te amaré sin recompensa.

ACTO DE AMOR

¡Oh Dios mío! Yo le amo; y no le amo porque me salve o porque castigue con fuego eterno a los que no le aman. Usted, Jesús mío, ha abrazado todo mi ser en la Cruz; sufrió los clavos, la lanza, las ignominias, innumerables dolores, sudores, angustias, y la muerte: y esto, por mí y por mí pecador. ¿Por qué, pues, no te he de amar, oh Jesús amadísimo? No porque me lleves al cielo, o porque me condenes al infierno, ni por esperanza de algún premio; sino así como tú me amaste, así te amo y amaré: sólo porque eres mi Rey y sólo porque eres mi Dios. Amén.

(La composición de estas oraciones se atribuyen al propio San Francisco Javier)

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